

Naval de Talcahuano...........Había una vez, un equipo...
años han pasado desde que la escuadra del puerto dejó de existir, pero aún siguen intactos los recuerdos de un equipo que, al menos en la mente de los hinchas, se niega a morir.
Dicen que 1990 es un año que mucha gente en Talcahuano recuerda con tristeza. Dicen que desde esa fecha debieron anclar sus recuerdos y aprender a vivir con la pasión por un equipo que ha desaparecido: Naval.
El club se había salvado del descenso en la liguilla disputada en Antofagasta, pero el destino le mostró tarjeta roja de por vida. Cuarenta y seis años de historia se hundían en el puerto. Cuarenta y seis años que también constituían un pedazo de la historia de Talcahuano. Por eso dicen que para mucha gente, desde ese día, el fútbol se volvió amargo y nunca fue el mismo.
Y es que resultaba imposible olvidar los años en que Naval se escribió con letra dorada. Como cuando recién ingresado al Campeonato Regional, en 1949, aprendió a dar la vuelta olímpica. Luego, sin respiro, se coronó campeón entre 1951 y 1955, y otra vez en 1957; mientras que el 56, 58, 59 y 60 fue vice campeón. En ese Naval histórico inscribieron sus nombres jugadores como Manuel "Candado" Roa, Luis "Chancharra" Leal, Ernesto y José Saavedra, Oscar Cifuentes, Luis Guerra, Domingo Pillado, José "Pinga" Bravo, Sergio "Zoquete" González, Arnoldo "Guitarra Mía" Weber, Raúl Aedo, Isaac Carrasco y Rubén González.
Eran otros tiempos, claro, pero el fútbol tenía otro sabor cuando se jugaba sólo por amor a la camiseta y poco importaba que la cancha fuera de tierra.
Los hinchas más antiguos todavía recuerdan la época en que el estadio no contaba con tablero marcador de goles y éste era reemplazado por dos mástiles, en los que se izaban banderines que indicaban los tantos anotados por cada equipo. Claro que cuando Naval goleaba y se acababan los banderines, calcetines, pañuelos y objetos afines terminaban ondeándose al viento.
Años de gloria y sudor, que se coronaron con el honor de ser designado equipo olímpico, para representar a Chile en las Olimpíadas de Helsinki, Finlandia, en 1952. Una designación que jamás volvió a honrar a un equipo nacional. Sin embargo, la escuadra porteña volvió a vestirse de rojo cinco años después. Representó al país en un partido amistoso frente a la selección de Perú en Lima. Esta estaba integrada en su mayoría por jugadores profesionales, siendo los chilenos un equipo amateur. El resultado final fue un empate a uno.
Un año después, en su calidad de campeón regional, Naval enfrentó al monarca del fútbol profesional: un Colo Colo con varios seleccionados nacionales y que había repatriado a los hermanos Robledo desde Inglaterra. Los porteños volvieron a hacer historia al ganar por 3 goles a 2.
Las hazañas de esa época quedaron plasmadas en dos libros, un mérito del que pocos clubes pueden enorgullecerse: "Memorias de un navalino" y "Naval, un nombre que fue Chile", ambos de Luis Osses; además de la publicación, en la década del 60, de la revista "La hinchada navalina".
Y es que hasta el mismísimo Pelé pisó la cancha del Morro, cuando en 1963 el Santos de Brasil midió fuerzas con la escuadra porteña. El resultado, un categórico 5 a cero a favor de los cariocas.
En las últimas décadas de vida del club también inscribieron sus nombres Oscar "Jurel" Herrera, Edógimo Venegas, Marcelo "Rambo" Ramírez, Manuel "Loco" Araya, Jorge "Mortero" Aravena, Juan Soto, Ricardo "Bruja" Flores, Leonardo Canales y Arturo Jauregui, entre muchos otros.
El olímpico
Luis Leal es uno de los jugadores históricos de Naval. Y cómo no iba a serlo si el "Chancharra" fue seis veces campeón regional, integró el seleccionado que participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki, el que enfrentó a la selección de Perú en Lima, y jugó contra Colo Colo en Angol. A los 29 años colgó los botines. Hoy tiene 72, integra la Comisión de Fútbol de Deportes Talcahuano y es presidente de la aún viva rama Seniors de Naval.
Llegó a Naval en 1950 proveniente de Gente de Mar, equipo que había tasado su pase en una cifra que hoy resulta irrisoria: cinco mil pesos. Para costear su traspaso se jugó un partido amistoso entre ambos equipos que recaudó 25 mil pesos.
"En esos años Naval era como la Universidad de Chile o Colo Colo: donde íbamos llenábamos el estadio. Teníamos muy buenos jugadores. Ahí se jugaba más por la camiseta", comenta.
"Era muy distinto el fútbol en ese tiempo era bonito, porque la gente iba a la cancha y no tenía problemas, se veía mucha gente con sus niños, matrimonios y no pasaba nada".
Leal aún no olvida el fervor que despertaba el equipo en esos años. "Después de una gira al sur llegamos como a las doce de la noche en ‘el nocturno’. En el puerto habían unas mil personas esperándonos. A mí me llevaron en andas hasta la plaza y nos hicieron hablar a todos". O la ocasión en que regresaban de Angol, luego de haber vencido a Colo Colo" y toda la gente tiraba flores al carro mientras pasábamos. La estación estaba acordonada y el almirante estaba esperándonos".
"Cuando desapareció Naval lloré en mi dormitorio, porque me dio todo y yo también le di todo a Naval. Me dio mi esposa que la conocí en el hospital cuando estuve lesionado, y una familia muy linda. Lloró mucha gente. Conozco muchas personas que todavía echan de menos a Naval, que todavía lo llevan en el corazón; yo tampoco lo olvido", concluye.
El hincha
De esos hinchas que iban al estadio desde que tienen memoria era Orlando Bermúdez Bustos, de 52 años. Recuerda que su papá, también navalino, al igual que su abuelo, comenzó a llevarlo al Morro "cuando tenía como cinco años".
En 1990 integró la comisión que intentó salvar a la institución del naufragio, y entre 1991 y 1993 fue presidente de Deportes Talcahuano.
"El sábado era sagrado, lloviera o no. Era la fiesta que había en Talcahuano. No se concebía un fin de semana sin ir a ver a Naval. Ahí nos juntábamos 60, 70 amigos".
Una fiesta que, además de fútbol, tenía otros ingredientes, porque uno de esos hinchas era el que tradicionalmente se encargaba de ingresar, escondida entre su ropa, una garrafa cuyo "brebaje" compartía con el resto del grupo por medio de una manguera depositada en su interior.
Después del partido, para celebrar si se había ganado o pasar las penas si se había perdido, una "bodega", el rey del pescado frito o el restaurante El hincha eran buenas excusas para dejarse caer.
"Hubo mucha gente que lloró con la desaparición de Naval. Nadie lo podía creer. Era como pensar que en Talcahuano se acababa la diversión del fútbol. El verdadero navalino nunca dejó de serlo, no se cambió de equipo. Mi papá nunca más fue al estadio".
Para don Orlando "era el modo de jugar, ganara o perdiera. Mojaban la camiseta. Era un espectáculo verlos jugar. Eran puro corazón", asegura. Por eso uno de sus recuerdos más preciados sigue siendo la bandera autografiada que le regaló Héctor "Chavo" Espinoza.
Hoy, planea organizar una comida con jugadores e hinchas de Naval y una exposición fotográfica que recorra la historia del club.
Un Jurel en extinción
Si había un número que tenía dueño ese era el 7, el que durante todos los años que jugó en Naval cargó uno de sus últimos ídolos: Oscar "Jurel" Herrera.
Un año antes de la desaparición del club, Herrera vistió por primera vez una camiseta que no fuese la blanca. Esa temporada jugó en Fernández Vial y un año después en Los Náuticos, donde terminó su carrera a los 30 años, forzado por una lesión a la columna. De eso hace ya 12 años.
"Una tristeza inmensa, hasta el día de hoy no me convenzo porqué desapareció Naval. Murió el puerto, murió Talcahuano (...) es una pena que no se va a olvidar. He visto gente llorar y me abraza, ahora. Yo jugaba y veía 40, 50 personas de donde nací, de San Vicente. Todos tenían su ubicación, yo por los puros silbidos conocía a la gente. Era como una familia".
Por eso, el "Jurel" asegura que Naval era una institución especial. "No era como en otros equipos, en que los futbolistas salían y se iban, acá tú salías, conversabas con la gente, te tomabas una bebida, compartías más con los hinchas".
Y es que el fútbol se vivía de otra forma en esos años. "Uno vivía tranquilo, podía ayudar a la familia, pero no se hacía millonario".
Los "méritos" del "Jurel" en Naval lo llevaron a la selección chilena que disputó las eliminatorias para el mundial de España 1982. Un pase suyo permitió que Carlos Caszely anotara uno de los dos goles con que Chile venció a Ecuador y sacara pasajes al torneo. Ese, asegura, fue el momento más importante de su carrera. Cuatro meses después, una fractura le impidió jugar el mundial, aunque pudo viajar invitado por Leonardo Véliz.
En 1987 estuvo a un paso de ser transferido al América de México y aunque durante varias temporadas también lo quisieron Colo Colo y Universidad de Chile, "Naval nunca me quiso vender. A lo mejor perdí la oportunidad de estar en un equipo grande, pero me siento feliz porque cuando me fui de Naval aún no desaparecía.
Salvo excepciones, de sus antiguos compañeros navalinos el "Jurel" no tiene mucha información, aunque reconoce que le gustaría juntarse a conversar y recordar viejos tiempos.
Han pasado años del hundimiento de Naval, pero los recuerdos quedaron impregnados en el puerto: en las calles, en los rincones del "Morro", y en los bares o cafés donde aún se recuerdan partidos, goles y jugadores; pero, especialmente, en la memoria de sus hinchas, muchos de los cuales, como en una abstinencia futbolística, decidieron "abandonar" los estadios. La razón: el fútbol se volvió demasiado amargo.
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